domingo, 30 de septiembre de 2012

Cerrando el viaje

Cinco años después, soy licenciado. Lo he conseguido con perseverancia, esfuerzo, pasión y dedicación. Un profesor llamado Arturo Morales nos aclaró en segundo de carrera que la palabra “estudiantes” venía del latín, estudi- (estudia) y antes. No procrastines.


En 2007 me vine a Madrid procedente de Cuenca para iniciar mis estudios en la licenciatura de Bioquímica. Por aquel entonces mi maleta estaba llena de dudas y preocupaciones, me interesaban muchas áreas diferentes, todas ellas relacionadas en mayor o menor medida con la biología y la ciencia en general. Así es que decidí estudiar bioquímica, una mezcla de biología y química orgánica. Por el horizonte flotaban términos como biotecnología que  llevaban a la realidad utopías antes jamás soñadas. Todo ello hacían que un estudiante de primero de carrera pudiera imaginar la cantidad de herramientas, terapias y avances que se podrían elaborar en un futuro no tan lejano. Para ser honestos no vi tan lejos la posibilidad de hacer realidad la idea de la famosa película de Steven Spielberg, Jurassic Park. Creo que aún lo veo factible.

La carrera ha sido justa, necesaria y suficiente. No olvidaré a mi profesor de Física de los Procesos Biológicos Fernando Cussó. Ni al de Citología e Histología, Jesús Page. Ni al fisiólogo vegetal, Eduardo Fernández. Ni al fisiólogo animal, Jonathan Benito. Tampoco olvidaré a Elena Bogónez, Enzimología, ni a Aurelio Hidalgo, Biotecnología Enzimática, ni a Mauricio García de la costosa Estructura de Macromoléculas. Como en todas las áreas del saber hubo asignaturas que me gustaron más como Genética, o la más dura pero esencial, Metabolismo y su Regulación, las Bioquímicas Experimentales, la Biotecnología Enzimática o la extensa Bioquímica Clínica. Deciros que el nivel de prácticas durante la carrera ha sido muy alto. Desde expresar proteínas recombinantes hasta análisis de paternidad. El nivel de los profesores y los laboratorios es excelente. Finalicé la carrera con una magnífica experiencia en el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa durante un año realizando el proyecto de fin de carrera. Eso que se conoce con el terrorífico nombre de Bioquímica Experimental Avanzada. Allí me pude integrar en un equipo científico, un laboratorio de prestigio trabajando en neurodegeneración. De allí aprendí a fracasar. De ese tiempo me quedo con un gran amigo que hice, tanto a nivel personal como profesional fue mi guía y mi ayuda desinteresada cuando le necesité, Alejandro Arandilla.

Cinco años después, esperando la nota de la última asignatura y asustado, Bioquímica y Microbiología Industrial fue aprobada. Ya era licenciado. Se había cerrado el viaje.

Y ahora qué. Aquel verano viajando entre Madrid, Cuenca y Valencia dudaba qué hacer. Todos son dudas, pero lo bueno de la duda es que si dudas es porque tienes varias opciones. Lo malo de elegir es que tiene un coste de oportunidad. Elegir también es rechazar. ¿Qué sabía yo hacer?, ¿en qué podía emplear mi conocimiento? Habían sido cinco años formándome de bioquímica y ciencia. Además de saber mucho sobre laboratorios, reacciones químicas, organismos, farmacia, medicina, ciencia… había adquirido varias e importantes aptitudes. Hablo de gestionar tiempo apropiadamente, ser responsable, comprometido, integrarse en equipos de trabajo de excelencia… Pero para mí lo más importante fue la forma de pensar y actuar. Es lo que más valoro de mi formación universitaria. Cinco años me han dado una “way of thinking” diferente. Los problemas los abordo con otra mentalidad, esa mentalidad científica que permite dar enfoques múltiples, precisos y objetivos. Ahora me podrían hacer la trampa de preguntarme por la primera enzima que participa en el Ciclo de Krebs, dudaría, probablemente me costaría localizarla mentalmente. Sin embargo tendría recursos suficientes para resolver esa duda. Hablo de tener información localizada, de saber resolver los problemas por otras vías, hablo de tener recursos. Después de cinco años exigiendo al cerebro lo máximo para estudiar, obligatoriamente tu actitud ante las demandas de la vida ha mejorado, y esa es tu gran aptitud, lo que de verdad has aprendido, lo que te llevas para siempre, un pensamiento elevado. El resto se oxidará con el paso del tiempo.

Es cierto que me interesaba el mundo de la industria farmacéutica, especialmente los Ensayos Clínicos, donde podría estar en contacto con investigaciones médicas punteras, trabajando y decidiendo la idoneidad de aquellas herramientas terapéuticas que podrían salvar vidas. Sin embargo por aquel entonces necesitaba un nivel de inglés que no disponía. Analizada la situación, ante las dudas y la situación económica del país decidí tomarme un año de mejora de inglés. Me fui a Dublín, Irlanda. De nuevo la maleta y cerrado un viaje, iniciábamos otro que sería sin duda enriquecedor.

La vida es viaje. Preocúpate el día que no viajes.

Unos días antes de marchar para Dublín escribí en mi cuaderno de viaje una frase de “Viaje a Itaca”, un poema de Constantin Kaváfis que mi padre me enseño a admirar:



La primera enzima del ciclo de Krebs es la Citrato sintasa.

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