Las leyes de escala en los seres vivos han jugado un papel crucial en la evolución de la especies; en tanto, que algunas formas corpóreas no están disponibles para algunos tamaños, y eso supone variación, y por tanto adaptación. En general la forma del cuerpo es con frecuencia una función del tamaño. Así los organismos unicelulares eucariotas tienen el tamaño y forma necesaria y suficiente para poder trasladar el oxígeno captándolo del exterior hasta las mitocondrias, pero en la escala evolutiva, el aumento de tamaño supone progresivamente la aparición de sistemas circulatorios capaces de trasladar el oxígeno a todas las células del cuerpo… Lo mismo ocurre con los sistemas de sostén y esqueletos.
Hay formas que son posibles para un tamaño determinado, pero dejan de serlo para un tamaño superior o inferior, por lo que se han producido discontinuidades en el diseño evolutivo de los organismos. Éstos han debido cambiar en forma y tamaño, conjuntamente, para ser viables.
En líneas generales, con el tiempo, las especies que han ido apareciendo han aumentado, progresivamente, de tamaño. Esto no implica que por ejemplo haya aparecido una especie nueva de hormigas evolucionadas con un aumento de tamaño proporcional, si no que las especies han cambiado en complejidad, pues cambia tanto la forma como el tamaño, aumenta el número y variedad de las células, así como su disposición…
“Ser grande o pequeño
es cuestión de compromisos…”
¿Tamaño grande o pequeño? Aunque la tendencia evolutiva ha sido la de generar nuevas especies cada vez más grandes, lo cierto es que también las especies pequeñas y microscópicas, conviven y muy adaptadas, con las más grandes… Ser grande puede reportar ventajas evolutivas amplias, el típico ejemplo de la jirafa más alta que puede disponer de más recursos naturales porque llega a las hojas más altas o el árbol más alto que recibe más cantidad de luz, pero también implica compromisos con los recursos… Necesita más recursos, y esto implica que necesita estabilidad ambiental. La baja disponibilidad de recursos unido a su elevada necesidad puede destruir a las especies grandes. Eso podría en parte explicar la extinción masiva que tuvo lugar hace 65 millones de años en las que sobrevivieron los dinosaurios más diminutos, los que ya se habían convertido en aves o estaban en camino de hacerlo, y también los microorganismos, los artrópodos y los mamíferos, que en aquella época eran animales de las modestas dimensiones de un ratón.
El límite inferior de un organismo está comprometido por la interacción necesaria y suficiente para superar los dos pilares básicos en la supervivencia y en la transmisión de la descendencia, o lo que es lo mismo, en el metabolismo y en la reproducción. Este tamaño está limitado en último término por la interacción físico-química de las biomoléculas celulares. El organismo más pequeño bajo este prisma sería el Mycoplasma pneumoniae con una masa de tan sólo 10-16 kg y un tamaño de una micra (10-6 m). Pero, ¿Existe un límite superior de tamaño?...
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